Artículo publicado en el número 2 de la revista "El Viejo Olmo" (2006), editada por "Foro Castellano".
Las redes de telefonía móvil han tenido un crecimiento y un despliegue sin medida en los últimos años, realizado con un cúmulo de irregularidades urbanísticas y legales que en Castilla y León afectan a una gran mayoría de instalaciones, puesto que carecen de las necesarias licencias urbanísticas y ambientales. La proliferación caótica y descontrolada de antenas ha provocado un aumento significativo de la contaminación electromagnética y de los riesgos ambientales y sanitarios asociados. El triste caso del García Quintana, con 5 leucemias y linfomas infantiles y una niña fallecida, es un conglomerado de cáncer entre los más de 40 publicados en prensa con antenas de telefonía como “común denominador”. Apenas han trascendido los 25 enfermos de cáncer de Móstoles (Segunda Mano, 25/1/05), los 37 de Santa Marta de Tormes (El Adelanto, 27/1/04), los 30 de Molina de Segura (La Verdad, 23/10/04), los 20 de La Coruña (El Ideal Gallego, 5/1/02), los 23 de Mallorca (Última Hora Digital, 12/8/03), los 34 de Alzira (Las Provincias, 5/12/03), los 20 de Coria (El Periódico de Extremadura, 17/12/03), o los 20 de San Ginés (La Opinión, 10/12/03).
También en el extranjero: En Wishaw, cerca de Birminghan, un puñado de personas acamparon recientemente para evitar que el mástil de telefonía, que había sido derribado por unos desconocidos, fuera levantado de nuevo, ya que allí se ha producido uno de los cluster de cáncer más graves de toda Inglaterra. En Saint Cyr, (Francia) se desmontaron las antenas instaladas en el tejado de un colegio, tras la aparición de varios tumores y otros problemas de salud en el alumnado. En las revistas científicas ya comienzan a publicarse estudios que muestran el aumento de casos de cáncer en la proximidad de antenas de telefonía que explicarían la aparición de estos cluster (Wolf y Wolf, 2004), e incluso los mecanismos biológicos subyacentes (Leszczynski et al., 2002). Muchos empleados de agencias inmobiliarias conocen por experiencia que bastantes áticos y pisos elevados se alquilan o venden mal, cambian con frecuencia de inquilino y permanecen vacíos durante largas temporadas. Cuando desde ellos se divisan antenas de telefonía, esos pisos son los que reciben más directamente la radiación y entonces, ante la impotencia del propietario, su valor económico se devalúa. Niños llorones, padres insomnes, síntomas extraños que no encuentran justificación en los exámenes médicos convencionales que, por desgracia, no suelen profundizar en las causas ni indagar en la ecología cotidiana de las personas, obligan a muchas familias a abandonar su domicilio o, en el mejor de los casos, a protegerse con planchas metálicas, aplicando el método de la “Jaula de Faraday” aprendido de la física. Esta es la realidad de lo que está sucediendo y es sabido que la verdad, como la ciencia, no pueden ocultarse indefinidamente. Aunque los portavoces de las operadoras repiten incesantemente en los medios que “no hay nada demostrado” e intentan ridiculizar en lo posible a las personas afectadas, la enfermedad de las radiofrecuencias o “síndrome de microondas” es una realidad médica que abarca un conjunto de síntomas comunes (dolor de cabeza, fatiga, irritabilidad, pérdida de apetito, trastornos del sueño, depresión, dificultad de concentración, pérdida de memoria, trastornos visuales y auditivos, vértigo, dificultad de movimiento y problemas cardiovasculares, dermatológicos e inmunológicos principalmente), que se han notificado en estudios epidemiológicos realizados sobre personas que viven en las proximidades de las estaciones base de telefonía. Su aparición aumenta de forma estadísticamente significativa al disminuir la distancia a la fuente emisora (Santini et al., 2003) y su severidad está directamente relacionada con la densidad de potencia medida en cada domicilio (Navarro et al., 2003). La implantación del nuevo sistema UMTS exigirá duplicar el número de antenas, que es previsible que empeoren la situación de contaminación electromagnética todavía más. Precisamente en un estudio encargado recientemente por el gobierno holandés, para valorar el impacto de las antenas de la tercera generación de móviles (UMTS) sobre la salud de las personas (Zwamborn et al., 2003), se encontraron efectos significativos sobre las funciones cognitivas y el bienestar a niveles bajos (1 V/m) de Intensidad de Campo Eléctrico.
Estos mismos síntomas se han notificado en usuarios de teléfonos móviles (Frey, 1998). (La radiación de las antenas y los móviles es la misma, se trata de microondas moduladas y pulsadas). Recientemente (diciembre de 2004) se han difundido los resultados del Proyecto “REFLEX” (acrónimo de “Risk Evaluation of Potential Environmental Hazards from Low Energy Electromagnetic Field (EMF) Exposure Using Sensitive in vitro Methods”) en el que 12 equipos de investigación de 7 países de la Unión Europea (entre ellos España) han concluido que la radiación de los teléfonos móviles a los niveles autorizados actualmente provoca efectos genotóxicos (daños genéticos y celulares). Lo más grave que se puede decir de un teléfono móvil es que rompe las páginas del libro donde está escrito el secreto de la vida, con los códigos que la hacen posible. Las mutaciones en el ADN son el primer paso para la aparición de tumores y enfermedades neurodegenerativas. Pero, para los que seguimos de cerca el “secuestro de la ciencia” y el escándalo en cierne que se va fraguando alrededor de este campo de investigación desde hace años, estos resultados no aportan demasiadas novedades.
Aunque la industria y algunas autoridades los han ignorado sistemáticamente, son la replicación de los trabajos del equipo de Henry Lai del laboratorio de investigación en bioelectromagnetismo (Departamento de bioingeniería de la Universidad de Washington), que lleva publicando esto mismo desde hace cerca de 10 años, cuando el despliegue de la telefonía móvil se encontraba en sus albores. De hecho varios estudios epidemiológicos han encontrado una relación entre el tiempo de utilización de teléfonos móviles y el aumento de aparición de tumores cerebrales (Hardell et al., 2002; Lonn et al., 2004). Una consecuencia directa de los resultados de “REFLEX” es que deja obsoleta la Recomendación europea de niveles de exposición del público (1999/519/CE) asumida por nuestra legislación, que adoptó los niveles recomendados por el ICNIRP (International Commission on Non-Ionizing Radiation Protection) -sospechoso por su buena relación con la industria desde hace años- y demuestran, una vez más, los efectos no térmicos de las radiaciones electromagnéticas. Estos resultados dejan también en entredicho los mensajes publicitarios de las operadoras sobre la inocuidad de las antenas de telefonía y de los móviles que, supuestamente, eran seguros por emitir por debajo de los niveles autorizados, como habían denunciado repetidamente las asociaciones de afectados. Actualmente las operadoras intentan superar la situación de “rechazo social” al despliegue de las antenas con nuevas estrategias de camuflaje. La colocación de picoantenas a nivel de calle afecta especialmente a los peatones y comercios y contamina calles enteras (las antenas sobre los tejados afectan especialmente a los pisos superiores). En Castilla y León están proliferando las picoantenas (en Valladolid se han localizado ya 36). Calles emblemáticas y peatonales como la palentina “Calle Mayor”, la Salmantina de “La Rua” o la “Calle Santiago” de Valladolid han sustituido el humo de los tubos de escape por la radiación invisible de microondas a unos niveles preocupantes (por encima de 2 V/m). También se ha instalado el sistema Wi-fi en toda la ciudad de Zamora. Aunque no conocemos el resultado, las noticias que nos llegan son alarmantes, con aumentos significativos de insomnio y enfermedades neurodegenerativas en personas de la tercera edad. Los efectos acumulativos de estas radiaciones en el sistema nervioso están produciendo un aumento galopante de personas electrohipersensibles en todo el mundo (ya se cuentan por cientos de miles en los Países nórdicos y en el Reino Unido), que tienen auténticas dificultades para vivir en la civilización (GRANLUND-LIND & LIND, 2004) En el Reino Unido se ha publicado recientemente (11/1/05) el nuevo informe de la NRPB (National Radiological Protection Board) (NRPB, 2004) que es la continuación del informe Stewart publicado en mayo de 2000 (Stewart, 2000). El Presidente del Comité, Sir William Stewart declaró recientemente al diario “Times” (12/1/05): La NRPB advierte que los niños tiene un gran riesgo de daño cuando utilizan sus teléfonos móviles y dicho riesgo ha sido subestimado por numerosos científicos. También dice que la evidencia ha sido más convincente en los últimos 5 años. La misma noticia afirma que David Hart, Secretario General de la Asociación Nacional de Directores de Escuelas hizo un llamamiento para la prohibición de los móviles en las escuelas. (Nos sorprende el silencio que están manteniendo las autoridades españolas mientras tanto, que contrasta con las fuertes medidas antitabaco que se están tomando en todos los ámbitos). Dicho informe de la NRPB también previene sobre la ubicación de las antenas de telefonía cerca de escuelas y lugares sensibles (ya lo hacía el informe del 2000 que advertía de la posibilidad de que afecten al bienestar de las personas que reciben directamente la radiación). La radiación del teléfono móvil aumenta especialmente en recintos metálicos (coches, trenes y autobuses), porque las reflexiones aumentan (“efecto campana”) y afecta a los usuarios pasivos (de igual forma que los fumadores pasivos). Por respeto a los demás no se debe utilizar el móvil cerca de otras personas y especialmente de ancianos, mujeres embarazadas y niños. Pero, por desgracia, estas recomendaciones no están trasladándose a la población, sino que, por el contrario, la publicidad de las operadoras insiste en la inocuidad tanto de las antenas como de los móviles y frecuentemente dirige sus campañas publicitarias hacia los sectores más vulnerables y desprotegidos como son los adolescentes y los niños. La codicia insaciable y el avance imparable de este “tecnoentusiasmo”, que parece no tener fin (GSM, DCS, UMTS, WLAN, WIFI, DECT, BLUE TOOTH, WI-MAX...), se asemeja a una especie de macabro ritual de suicidio electromagnético colectivo. La importancia de este sector estratégico en el PIB y en los ingresos de los medios de comunicación hace el resto, amordazando a la prensa y atando de pies y manos a las autoridades para tomar medidas sanitarias, que quedan vergonzosamente pospuestas tras los intereses económicos. La Audiencia de Valladolid cerró hace unos meses la vía penal del caso “García Quintana”, un exponente del desamparo ciudadano ante los grandes poderes económicos que consiguen ignorar derechos constitucionales, como el de la salud, y una manifestación de la sumisión a esos poderes de algunas autoridades políticas, judiciales o sanitarias -estatales y autonómicas- supuestamente garantes de aquellos derechos. La caótica coyuntura actual no debe conducir al desánimo, sino a la reactivación del movimiento social que felizmente resurge en ciudades y pueblos de todo el mundo ante esta nueva y grave amenaza.
viernes, 31 de agosto de 2007
Antenas y móviles: Lo que nos están ocultando
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